Hoy día, la necesidad de alcanzar todos los objetivos planteados con sus consiguientes resultados, se nos presenta aún más compleja y utópica en un entorno BANI (Cascio, J. 2018) si éstos son fruto de acciones individuales. Aquello que creíamos fortaleza no es más que una aparente solidez que con su real fragilidad, en un mundo conectado, nos repercute en un efecto cascada afectándonos de forma global (seguro vienen a tu mente algunos casos harto actuales en estos días). Nos encontramos en un mundo de cambios continuos, dónde podemos caer en la trampa de pensar que no existe forma de influir sobre ellos, produciéndonos ansiedad y pasividad en lugar de proactividad y acción. Existe además una gran distancia entre cuando decidimos las cosas y las consecuencias de esas decisiones, siendo no lineales entre la escala en la que ocurren las cosas y lo que percibimos en ese momento. Si a eso le unimos ese exceso de sobre información con el que vivimos, nuestro mundo se ha vuelto incomprensible, más allá de lo complejo, donde el intento de buscar y encontrar todas las respuestas a cada pregunta cada vez tiene menos sentido.
Para lidiar con los desafíos que se nos plantean necesitamos resiliencia, conocimiento, empatía, entrar en contexto, adaptabilidad, flexibilidad, transparencia, intuición.
Precisamos unirnos para alcanzar metas que de forma unipersonal nos sería imposible. La suma de las capacidades y potenciales de forma aislada no son suficientes para alcanzar el nivel de exigencia vigente.
Es ahí donde emerge con gran relevancia la importancia del trabajo en equipo. La primera pregunta que deberíamos plantearnos debería ser: ¿Qué es un equipo? He aquí una de las definiciones que mejor, en mi humilde opinión, lo reproduce
Un equipo es un conjunto de personas organizadas con destrezas complementarias y actitudes, que se comprometen en una meta común realizando acciones específicas y asumiendo una mutua responsabilidad
(Bosch, M.)
He tenido la suerte de llevar y seguir liderando excelentes equipos. Y una de las tareas más difíciles que siempre he encontrado ha sido el de asegurar el desarrollo y crecimiento de las capacidades y habilidades de cada uno de ellos. No solo en base a las necesidades del propio equipo, proyecto o propósito, sino también a las necesidades y objetivos de la propia persona. Muchos errores y algunos aciertos me han acompañado en este camino, donde la verdadera dificultad de un Líder es conocer el cuándo debe ir cambiando de su estilo de liderazgo, en base al propio crecimiento del equipo.
La clave para ser un gran líder es tener un amplio abanico o repertorio de estilos y saber usarlos apropiadamente.
Rosalind Cardinal
He aquí dos grandes claves:
- Ser capaz de poseer las capacidades y habilidades para liderar equipos bajo diferentes estilos de liderazgo, según las necesidades del propio equipo y propósito común.
- En el tiempo o situación, en el cuándo es el momento para ese cambio. Y cambiar nosotros.
El estilo de liderazgo irá transformándose o dependerá de diferentes variables: el momento en que se encuentre la empresa o proyecto (tiempo de crisis o bonanza), habilidades del propio equipo o si éstas necesitan ser desarrolladas. Si es un equipo por completo nuevo, si es el líder el que se incorpora a éste, si a ese equipo durante ese propósito o proyecto se van incorporando más personas, si el equipo es júnior, formado o muy desarrollado. Existen muchas variantes que pueden hacer que el Líder se encuentre con la necesidad de cambiar de estilo de liderazgo de directivo a visionario, coach, participativo o delegativo.
Bajo mi experiencia, es en este punto donde he encontrado (e intuyo la mayoría de líderes) mayor dificultad y he cometido mis principales errores: decidir el momento de cambiar y sobretodo de aplicarlo con el equipo y con uno mismo.
Los equipos tienden a desarrollarse, según el modelo de Tuckman y su posterior evolución, en 5 etapas separadas y secuenciales (Greiner, 1972; Cameron y Whetten, 1981; Bonebright, 2010): formación enfrentamiento, normatividad, desempeño y disolución.
Como último punto de este artículo, que pienso continuar con el modelo de Tuckman complementándolo con las diferentes experiencias vividas, te lanzo esta pregunta para tu propia reflexión: siendo o no conocedor de este modelo, ¿te ha sido siempre fácil discernir cuándo cambiar de estilo de liderazgo?